«De niños, de anónimos y de esperanzas» de Juan Alberto Reichenbach


Esperaba a mis hijos  que salían del entrenamiento. Hoy a la tarde. Cientos de minúsculas, medianas y grandes “Hormigas”.
Ataviadas en prolijo azul coqueto y amarillo intenso.
Un “hormiguero”, el “Pachi” Funes. El estadio de Everton de La Plta.
Llegaban en micro, a pata, en bici, en auto y en “combis”.
Con las madres, los hermanos mayores, los padres, con el técnico y hasta en “bandadas”.
Morochos subidos, colorados intensos, rubios desteñidos.
Altos, longilíneos, gorditos, “vigoréxicos”, “anoréxicos”, del barrio, del centro, de por “allá”, de más acá.
“Chetos”, “punk”, “stones”, tímidos, vagos, retraídos, frágiles, fuertes, “cancheros”  .
Católicos, agnósticos, judíos, multiétnicos, “rusos”, “paraguas”, “bolitas”, “blancos teta”, “negros carbón”.
Hijos del concejal, del abogado, del profe, del panadero, del carnicero, del remissero, del presidente, de la enfermera, de la maestra, del puntero político, de la filósofa, del escribano, el zapatero, el de la señora de enfrente y … el del verdulero.
EVERTON salió campeón AMATEUR de la Primera división de la AFA en 2054. El 17 de diciembre. Golazo (en off side?, me contó el nieto de Víctor Hugo) de González. 1 a 0 a River Plate. Es un detalle para la crónica de los periodistas deportivos (Me dijo el Tucumano, que estuvo y sacó fotos).
Lo importante lo están haciendo en este tiempo. 2014.
Contener la alegría de cientos de “hormigas” azules y amarillas, que quieren gozar de las endorfinas del movimiento alegre y elegante de un niño que quiere jugar al juego.
Felicitaciones a todos esos anónimos que no salen en la foto del Domingo en El Día.
A los que tiritan con el pampero sin defensa en los inviernos de 1 grado bajo cero y nublado.
A los/las  que transpiran en azul y amarillo un día de verano, con sol, sin viento, con 40° de sensación térmica y con 40 hormigas en movilidad.
A  los que prenden el carbón,  a los que nos bancan (los padres), a los que cambian la lamparita del vestuario o  drenan el agua del temporal  del fin de semana.
A  las que lavan las “pestilentes “medias del fin de semana de la 2001.
A  los que dejan el corazón y tanta garra todos los días de uno de estos días.
Everton amateur de alma, desde su origen , entendió que el juego es la principal oportunidad del niño para el desarrollo de su inteligencia, de la socialización, del placer. Para comprender, progresivamente, los valores de la solidaridad y el afecto. Para el desarrollo de su imaginación y fantasía.
Para entender al otro, al semejante, con sus mismas necesidades lúdicas.
Para superar la exclusión, el desamor, la triste realidad de una vida sin afectos.
A veces sin horizontes. Sin soles al alba. Sin noches de lunas claras.
Porque el fútbol es un juego
Una oportunidad para superar al otro que nos habita y nos deja solos, inseguros y tristes. Aún de niños.
Una oportunidad para vencer la diabólica tentación de pecar con paco, de destilar alcohol barato, de calcinar el aire puro de un pulmón adolescente con pachuli, alternativos y tabaco.
Para entender el esfuerzo entre todos. De gozar del movimiento de una “chilena” al aire, de una “rabona”, de contragolpe o de una “asistencia” inesperada.
Para abrazar al Técnico en el triunfo de visitante y con viento en contra, entre amigos y  compañeros.
Para escuchar al “profe” en el vestuario, la charla técnica del “Dire” y hasta sentir las palpitaciones, esa agitación inexplicada al saludar a los seres queridos, los del otro lado del alambrado.
Gracias por la inclusión.

 

Juan Alberto Reichenbach, Abril 2014.-

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